Ayer me acordé de ti. Llevaba tiempo sin hacerlo, sin evocar tu silueta imaginaria, tu piel envuelta por la tiniebla, tu cabello, quizá negro, revoloteando con el viento de una gélida noche, tu taciturna mirada, bañada siempre con las lágrimas de la desesperanza. Ayer me acordé de ti, de cuando siempre me acompañabas, fuera donde yo fuese, circunspecta, sin decir nada, pero decidiendo mi voluntad. Ayer me acordé de ti, de aquel día en que resolví apartarte de mí, de cuando suspiré con fuerza y vi como de nuevo amanecía en mi vida. Ayer me acordé de ti, “TRISTEZA”, te noté tan lejos que sonreí como jamás lo había hecho ante tu presencia… y me sentí feliz.
