Abisinio
Carcamal Epidural, era un insignificante ser de enigmáticas contemplaciones,
desgarrado por una vida que le llevó a la delincuencia, el desenfreno, el
frenesí, el chachachá y el lalalá. Sus agigantados pabellones auriculares
fueron fruto de la mofa durante su infancia de sus compañeros de aula y patio,
que se gustaban en elevar al interfecto más allá de un par de palmos del suelo,
aguantando su enjuto cuerpo desde las desmesuradas orejas que Dios le había
obsequiado. Aquello le creo a Abisinio una especie de trauma y desesperación
que desapareció el día que decidió olisquear a napia descubierta un enjambre de
abejas, que se convirtió, como en el verso de Quevedo, en una nariz superlativa,
bermellona cual tomate de huerta. Abisinio comprendió entonces que sus orejas
tampoco eran tan grandes comparadas con la nariz que le dejaron aquellos
insectos voladores, ya que nunca pudo recuperar su forma pretérita. Poco amante
de los libros, decidió a los diez años dejar definitivamente la escuela, lo
cual fue largamente vitoreado por los docentes y alumnado del centro de Padres Priores de la Divina Orden
Sacramental y Bendita del Cristo Terrenal y Celestial de la Santa Cruz y el
monte de la Calavera, Gólgota y otras acepciones y de la Virgen del Perpetuo
perdón, solamente concedido después del rezo de tres Padrenuestros, una Ave
María, dos Salves, un Credo y diecisiete Actos de Contrición. Su madre,
doña Adiposa Epidural Ex, lloró todas las lágrimas que no había derramado en su
vida al conocer la determinación de Abisinio, y después de pelar doscientos
cincuenta y cuatro kilos de cebolla que había tomado prestado de un cercano
huerto. Su padre, Pepitóstenes Carcamal Igno, acabo feneciendo al día siguiente,
no se sabe si por la noticia recibida o por ingerir en su totalidad la tortilla
que le fue preparada por su cónyuge, con toda la cebolla que había pelado.
Desde
aquella trágica noche, doña Adiposa y su hijo Abisinio se hicieron famosos en
su barrio por cantar todas las madrugadas de temperaturas extremas de más allá
de cincuenta grados centígrados a la sombra, una excelente versión espiritual y
subtitulada de Rascayú cuando mueras qué
harás tú. A partir de entonces formaron un afamado dúo familiar denominado Bonet de San Pedro y los siete de Palma,
que recorrió el mundo conocido y por conocer con agotadores viajes a la calle
de al lado, a la vez que acababan recogiendo todo tipo de hortalizas con que
sus incondicionales seguidores musicales les obsequiaban a través de certeros
lanzamientos y que les servía para poder comer, lo que, en consecuencia,
produjo que Abisinio acabase teniendo cara de lechuga, nariz de tomate, ojos de
aceitunas pochas, cabeza de melón, dientes
de ajo y orejas, eso sí, como hojas de escarola transgénica desproporcionada.
A
los veinticinco años contrajo nupcias con una bella dama de piel clara,
Pizpireta Lapislázuli Cimborria, de alta alcurnia, de bragas bajas, boca
desdentada, cabeza desprotegida de pelo, ojos despistados, una única ceja para
sus dos pupilas y nueve hijos de padres desconocidos y madre de moral distraída.
De aquella unión nacieron cuatro hijos más, dos de raza negra, una niña de
mirada asiática y un señor mayor que vino al mundo con barba de un mes y con
sesenta y cinco años a cuestas. Abisinio comprendió que aquella no era la mujer
de su vida y decidió pedirle el divorcio, lo que aceptó gratamente Pizpireta, a
cambio de una pequeña gratificación de cien millones de sestercios, que
compartió con Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón y Mesalina, en una
cama redonda imperial, en el centro del Coliseo.
Abisinio vio como todas
sus expectativas se habían roto, tras quedarse solo en el mundo. Sin trabajo,
sin esposa, sin alcohol, sin hielo, sin cafeína, sin ton ni son, sinvergüenza,
sintomático, sinalefa, sinónimo, sintaxis… en definitiva, single otra vez en la
vida. A partir de aquel día se dedicó a la mala vida, bebiendo todo lo que ante
sus ojos se ponía, hasta que llegó a comprender que el líquido se ingería por
la boca, buscando en el sexo el remedio a su soledad, y por más que buscó y
buscó nunca pudo encontrar ni a Reme ni a Sole. Al final decidió contratar
a alguien que lo suicidara, ya que a Abisinio le daba cierto respeto eso de
acabar con su propia vida. Encontró a Matarile Rile Rile y a Matarile Rile Ron,
dos primos hermanos por parte de padre, que muy gustosamente aceptaron matarle,
aunque al ser familiares padecían del mismo problema en el dedo índice, y al apretar el gatillo de
sus pistolas erraron el tiro y acabaron matándose entre ellos. Desde entonces,
Abisinio, como alma errante, marchó a pasos agigantados por el camino de la
perdición… y cómo no, acabó perdiéndose por un camino tan complicado. A día de
hoy, a la edad de setecientos setenta y siete años coma setenta y siete periodo
continúa sin encontrar la salida.
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