La mar,
que me contempla,
con azules ojos de agua con sal,
como lágrimas de satisfacción.
Que me murmura,
con sus formas en espuma,
como una salutación
que perdió la letra muda.
Y yo,
que la observo,
con mirada de miel
que sonríe entre pupilas.
Que me aposento,
con calma
en una orilla de piedras.
Que le contesto,
con una palabra,
homófona a la suya,
pero de cuatro letras.
Y los dos,
que nos amamos,
como siempre
y para siempre.
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