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lunes, 24 de julio de 2017

Amistad y tormento

Hoy, por fin, de manera oficial, puedo decir que Amistad y tormento, la primera novela que escribí hace cerca de veinte años, mi primera gran incursión en el mundo de la literatura, verá la luz en muy poco tiempo, concretamente en Ediciones Coral, editorial perteneciente al grupo Group Edition World. Durante tanto tiempo transcurrido el libro ha sufrido innumerables variaciones, todas ellas para mejor. Muy ilusionado y con ganas de hacer ya la presentación.

jueves, 13 de julio de 2017

Anónimos



-¡Otra vez! -musitó ella, fijando su mirada en la figura de su acompañante.
Él, sin inmutarse, con la melancolía de un romántico de antaño, con los ojos fijos en el libro, repitió el párrafo escrito en aquella página. Puede que aquella noche lo hubiera leído un centenar de veces, o quizá más, pero no le importaba.


"Nunca mueras en vida, vive con quien te quiera hasta morir, quiere a quien sea tu sentido, tu necesidad para vivir, siente que necesitas querer, que necesitas vivir hasta el día que tengas que morir."


Se habían conocido unas horas antes en la barra de un bar de perdedores. Él, en un extremo, con su imagen de pordiosero, descalzo, cubriendo su torso con una camiseta interior y una mochila. Ella, con un bolso vacío y una lágrima en su mejilla. Dos miradas furtivas, el etílico vapor de una noche de verano y un libro guardado en la mochila hicieron el resto.
Ella le propuso ir a su morada y así lo hicieron. Él se deleitó mirando a la luna a través de la ventana. Ella se desnudó a su espalda, llenó la bañera y se cubrió de espuma. Le pidió que le leyera la mágica frase de aquel libro que le había mostrado. Él se sentó en un taburete junto a ella y satisfizo su deseo. Así se inició aquel círculo vicioso, como un orgasmo imaginario tras otro provocado por la literatura... Hasta que llegó el alba, hasta que se elevó el telón de la penumbra y se encendieron los focos en el escenario de la mañana. Él se levantó, guardó el libro y se marchó sin despedirse, sin que sus cuerpos se hubieran tocado, sin que sus bocas se hubieran besado, sin que se hubiesen dicho sus nombres. Ella ni se movió, sabía que él había escrito aquel libro, y, por supuesto, que volvería. Comprendía que el agua había lavado su cuerpo, pero aquellas palabras habían limpiado su alma. Los dos eran conscientes de que aquello, en realidad, era el principio, que a partir de aquel momento acababan de unir sus vidas para siempre.