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jueves, 17 de enero de 2019

Retratos

Era tarde y consideró que ya no quedaba tiempo para contárselo. La noche se disipaba en el cielo y las primeras luces del albor emergían entre las esquinas de la gran ciudad. Lloviznaba, salpicando un adoquinado que modelaba en el suelo reflejos con forma de charco. En una boca de metro la figura de una desconocida de larga melena rubia se perdía entre las escaleras, y un hombre, desesperado, emprendía una alocada carrera por la acera para alcanzarla. Apenas unos minutos antes la tuvo frente a sus ojos en la barra de un bar casi vacío, pero la cobardía le impidió acercarse y solo fue capaz de hacerle una foto con disimulo, apareciendo la mujer con una taza en su mano diestra y el móvil en la zurda. Ella terminó su café y salió de allí; él, sin apurar el suyo, se dio cuenta de que acababa de enamorarse; en aquel instante se lo quería contar, pero quizá fuera ya demasiado tarde. Salió en su busca y en la lejanía la vio adentrarse en el metro…Cuando él bajó las escaleras, entre aquel laberinto de pasillos, de líneas de diferente color y número, entre la multitud humana, no pudo encontrarla. Lloró, su vida era un caótico asco del que no lograba salir y no lo soportaba. ¡Miró la foto y se preguntó con pena quién sería ella!… En el interior de un vagón, una mujer de largos cabellos rubios miraba en su móvil el retrato de un hombre desconocido, con el teléfono en su mano, junto a la barra de un bar. Le gustó desde que lo vio un rato antes, pero le pudo la timidez y únicamente fue capaz de fotografiarle. Las lágrimas brotaban de sus ojos, su existencia era un asqueroso caos del que no lograba salir y no lo aguantaba… ¡Se preguntó con amargura quién sería aquel hombre!

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